miércoles, 31 de octubre de 2012

Tendrá que ser así, no sé.

Supongo que será nostalgia
eso que me hace nudos en la garganta
tan grandes
como puños cerrados.

Tendrá que ser así, no sé.

El caso es que recuerdo
cómo ella nos sacaba las manos 
del fuego
cuando queríamos coger las castañas
aún a sabiendas que se quemaría.

Mejor ella que nosotros, pensaba.

Se levantaba tan temprano
que ni Dios tenía tiempo para escuchar
sus súplicas.
Por eso nunca la hizo caso.
Pero trabaja y trabaja
y todo por nosotros y para nosotros.

La pido perdón todos los días
de mi miserable vida
por no darme cuenta nunca
de que estaba sufriendo.

Supongo que sería por esa maldita obsesión suya
de mostrarse fuerte ante nosotros. Y llorar a escondidas.

No me dejaba levantarme de la mesa
hasta que no viese el plato vacío.
Y hoy el plato está tan vacío
de sueños y esperanzas
que me da vergüenza que se entere
por si coge sus sueños y esperanzas
y me da de comer con ellos.

Tendrá que ser así, no sé.

Nos echaba la bronca a mi hermano y a mi
si nos veía jugar en la calle
a cinco grados bajo cero.
Pero ella disfrutaba tanto al vernos así,
creciendo,
que se hacía daño a sí misma.

Por eso no tengo cojones
de decirla 
que aún hoy sigo jugando con los años
(y con los daños)
y que el frío de aquel día
se ha convertido en un fuego tan poderoso
que me hiela la sangre.

En fin
que donde quiera que te estés pudriendo
quiero que sepas
que ya no tengo
quemaduras en las manos.
Eternamente tuyo, Philosophia.

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