sábado, 9 de julio de 2011

Alcohol, limón y una pizca de sal para curar las heridas

Philosophia,
después de una serie de sucesos acontecidos a lo largo de esta semana, me gustaría hablar de la amistad.
Como dato anecdótico: mis padres me dejaron elegir el nombre de mi hermana, y le puse el mismo nombre que la que era mi mejor amiga cuando tenía 3 años, de la cual ahora poco o nada sé. En el colegio se crean fuertez lazos de amistad con niños con los que compartes todas o pocas aficiones: canicas, tazos, gogos, deporte... Todos sabemos que los niños pueden llegar a ser muy crueles, tanto que pueden llegar a provocar traumas de los que cuesta recuperarse a lo largo de la adolescencia. Cualquier defecto es motivo de mofa. Los niños son un reflejo más de la sociedad fuertemente imbuida en la imagen exterior. Al fin y al cabo en el colegio nadie te valora por tus cualidades, es una etapa de paso en la que aprendes lo más básico para saber estar y leer, sumar, restar, multiplicar y dividir.
Cuando pasamos al instituto las cosas no cambian demasiado.
Los primeros años son decisivos para forjar amistades. Algunas vienen del colegio, otras no. Al fin y al cabo eso es lo de menos, porque cada uno toma el camino que más le conviene. Primeras confesiones, primeros amores, primeras experiencias, primeras salidas, primeras veces al fin y al cabo. 
Son cosas que jamás se olvidan y cosas que siempre se tienen presentes. Creo que la etapa más importante de un adolescente, y en general de una persona son sus años en el instituto. Allí es donde realmente comenzamos a vivir, comenzamos a madurar y comenzamos a elegir. Creo que estas tres cuestiones son básicas en la autosupervivencia de una persona. Elegimos nuestro grupo de amigos, maduramos de diferente forma y vivimos como creemos que debemos (siempre tutelados por unos límites éticos e impuestos por nuestros superiores (la cosa no cambia mucho en el mundo laboral))
¿Cuántos amigos conservas del instituto?
A mi pesar, he dejado atrás a casi todas las personas con las que forjé una gran amistad, las que fueron mis confesoras y las que fueron mis pilares básicos en esos duros años. Yo no he tenido una adolescencia fácil. 
Al principio vivía llena de complejos, llevaba aparato, gafas, veía absurda la presión por las notas, sobreprotección que venía por parte de mis padres...cúmulo de cosas que me llevaron a sobresaturarme de tal manera, que veía absurdo todo eso.
Hoy doy las gracias a todos aquellos que estuvieron a mi lado y ya no están, porque gracias a ellos he aprendido a valorar todavía más, si cabe, a los que de verdad importan, a los 4 que todavía quedan conmigo, a aquellos que han estado en las buenas y en las malas, que están y que estarán. Aquellos que merecen la pena. Gracias de veras por la ingratitud, por la falsedad y por la poca humildad que habéis demostrado. Gracias por las puñaladas traperas, gracias por las malas palabras, gracias por los desprecios, gracias por hacerme sentir inferior. Gracias porque gracias a vosotros hoy soy fuerte, hoy soy una persona con las cosas claras, con capacidad de elección y libre. Porque nadie me manda, solo yo y mis instintos. No me dejo llevar por nadie, no como ellos.
Esta semana he descubierto que son unos críos. Porque he visto que siguen siendo la mala hierba que siempre crece entre la buena, pero que siempre acaba aislada, fea y quemada.
Al contrario que ellos yo me quedaré con los buenos momentos que pasamos juntos, y tendré presentes aunque no con rencor, todos los malos. De los errores se aprende y yo, ya he APREHENDIDO la lección.
Siempre tuya, Sapientia

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