miércoles, 10 de agosto de 2011

Cuando el bien y el mal acaban de la mano.

Un mundo feliz, una utopía sacada de todo tiempo y espacio. Los habitantes eran seres extraños que exhalaban felicidad de cada poro de su piel, amaban y se dejaban amar. Los campos eran agradables e invitaban a la meditación abstracta. Cientos de animales de todas las especies que te puedas imaginar campaban a sus anchas sin ser molestados, no existía contaminación, ni delitos, ni leyes (no eran necesarias). No había extraños, solo gente por conocer... No había delimitaciones, se extendía allí donde la mente podía alcanzar, siempre dentro de los mas rígidos criterios de apatía, siempre dentro de las cavilaciones humanas, aunque Dios no formara parte de este juego...
Bien, ahora, imaginemos todo lo contrario...así era el mundo del que voy a hablaros, así era Cracrofwind.
Un hombre huraño, cruel y que vendería a su propia madre cuando la oportunidad se le presentase. No tenía entrañas, pues nada que pueda albergar un poco de paz y humanidad podía caber en dicho cuerpo. No tenía corazón, hace tiempo que se lo dio de comer a los perros... No tenía amigos, pero tampoco le importaba porque olvidó lo que eso significaba. Un hombre curtido durante la infancia, alimentado por las palizas de su padre y la indiferencia de su madre Todos los pecados que se podían cometer los cometía cada vez que se le presentaba la posibilidad... Si Lucifer andaba entre los humanos estaba claro que sería él.
Bien, ahora, imaginemos todo lo contrario...así era el protagonista de nuestra historia.
Un hombre honrado en un mundo dominado por bestias, en un mundo en el que los seres humanos eran controlados como máquinas. Siempre se había mostrado como una persona autista, y no, no es porque tuviese miedo al mundo, sino porque este le producía una sensación horrible, mezcla de asco y pena... Pero desgraciadamente el odio no tenía cabida en su interior.
El día que murió todos fueron a llorar su pérdida, todos se lamentaron por no haber escuchado la palabra de ese evangelizador del bien, de esa especie de semi-Dios que podía haberlo cambiado todo...ahora es demasiado tarde, Cracrofwind estaba condenado a la miseria y pobreza eternas. Que no, que ni fe ni Dios que lo salve.
Eternamente tuyo, Philosophia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario