domingo, 8 de julio de 2012

Amanecer tras el huracán.

Te ofrezco toda la estructura ósea de mis sueños
para que moldees mi realidad a tu antojo.


Para el hombre del saco todos esos pellizcos escépticos
que me doy para saberte mía.


Cuando tú ya te sabes de todos, y para todos.


Yo me quedo contigo, y con la marcha triunfal de tus tacones
que todo lo convierten en poesía,
incluso las vomitonas de madrugada
que olvido recoger a la resaca siguiente.


Porque si,
también es poesía el idioma con el que me sujetas la cabeza
o la polla.


Cuántas veces he maldecido estos ojos míos de 7 de la mañana
que te ven borrosa pero aún así te imaginan. Desnuda. Claro.
Cuántas veces he confundido tu sonrisa 
con la mierda de poemas que escribo,
hasta el punto de dejar que sean tus labios 
los que me pidan que escriba.


Como pase mucho más tiempo sin verte
voy a mover todos estos planetas que nos separan
voy a romper todas las putas ventanas
voy a correr hasta que me duela la rodilla -y un poco más
para presentarme en la puerta de tu casa
como la peor de todas tus equivocaciones.


Por eso voy a imaginarte desnuda,
bebiéndote todos esos desiertos que son mis miedos.


Voy a reescribir el final de esta película que un día
empezamos juntos por jugar a equivocarnos
y todavía no queremos dejar acabar,
aunque lo dejamos caer con cada gemido.


Voy a convocar este aquelarre de ganas que nos separan
para retarlos tú y yo a una partida de cartas.
Siempre guardo un as en el bolsillo porque voy sin mangas
pero de todas formas, por favor,
no me digas que tú tampoco sabes jugar.


Las luces ya no sirven para deslumbrar
los sueños ya no sirven para volar
los milagros no sirven para mitificar
pero gracias a no sé qué dioses paganos
después de los amaneceres se puede seguir soñando
y obrando milagros
y deslumbrando miedos
siempre y cuando
sea contigo.
Eternamente tuyo, Philosophia.

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