Y cuando la gente protesta por las condiciones de vida a las
que los ha arrastrado su querido presidente me dan ganas de tragarme todo mi
respeto hacia el ser humano y gritar:
-¡No sean ustedes estúpidos! Vosotros los votaron, ahora no
exijan que os devuelvan vuestra alma.
Si vivimos en un país en el que el rescate a los bancos es
mucho más importante que el rescate a las personas, a-paga y vámonos, no hay
salvación posible para nosotros. Y si mientras desfallecemos en cualquier acera
que no sabemos si todavía es nuestra, nuestros políticos (esos sí que son
nuestros, o nosotros somos suyos) siguen prometiendo utopías que se pierden en
los laberintos de déficit que estas mismas llevan camuflados bajo sus escamas,
de billetes.
Es posible que todo vaya mal, que nadie nos ayude y que
Europa se hunda con nosotros, pero todavía nos queda una cosa por hacer:
Todavía podemos salir a la calle, aún no nos han quitado ese derecho ilegítimo
que obtuvimos en el momento que el primer chorizo metió la mano en el bolso de
España. Salgamos a la calle, sin miedo. Ya no tenemos nada que perder, nos
dijeron que la esperanza era lo último que se perdía pero también la hemos
perdido. Ahora ya sólo nos quedan los modales, pero esos también podemos
perderlos si soplamos todos a la vez contra la casa de ladrillo de esos
cerditos que ocupan el Congreso.
Venga, empiezo yo primero.
Eternamente tuyo, Philosophia.
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