He tenido sueños de voleas acrobáticas y gambetas imposibles, en los que me sentía inmortal y todos lo sentían conmigo. Ilusiones ópticas solo al alcance de perturbados genios de mirada perdida, apariciones fantasmagóricas que se materializan después de que el humo pase por mi cuerpo.
Solía soñar que en mi habitación no existía el tiempo, que la imperfección de estos dedos se hacía a un lado para alcanzar el cielo con cada palabra. Retales de una historia escrita con diestra mano y que cuenta los infortunios de este filósofo noctámbulo, paladín de lo prohibido y cautivador de las artes oscuras.
Sueños de olor a infancia en los que me iluminaba un Sol de ira y ceniza creado por la voluntad de un Dios sin rostro y de corazón opaco, que ya no quiere a sus hijos y los invita al rechazo. Veía reflejados los bancos del parque, esos que han sido museo de mi infancia y fuente de inspiración en tantos descalabrados intentos de volar un poco mas alto.
Almacenados en algún escondrijo de mi inconsciente guardo ensoñaciones fantásticas de dulce sabor amargo en las que la quería a morir y moría por quererla. Animales antológicos y personajes ancestrales eran los compañeros de este viajero de lo obsceno que jura en hebreo y rinde culto a un Dios con forma de mujer.
Un momento.... ¿Realmente dormía? Aún no lo se...
Eternamente tuyo, Philosophia.
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