martes, 22 de noviembre de 2011

Esos de los que hablan las vecinas.

Pertenezco a un grupo de descalabrados
que sale todas las noches a beberse la Luna
y hablar de ella a sus espaldas.
Solíamos ambientar un bar de mala muerte
en el que el camarero nos hacía guiños
para traficar con versos en la trastienda.
Cada viernes una chavala rubia
que rimaba palabras indescifrables,
nos amenizaba la noche
cantándonos por Sinatra
mientras un saxofonista de color
que había perdido su casa
por hipotecarse antes de lo debido,
nos emulaba a Charlie Parker.
La gente del lugar decía de nosotros
que eramos de esos francopoetas
que se hacen llamar los elegidos,
y a nuestro paso nos recibían
con "bastardos" y palabras de esa clase.
Yo casi siempre acababa vomitando
porque el síndrome de Sthendal lo llevo fatal
y el resto de cabrones se reían de mi
aunque ellos acaban por los suelos,
por el exceso de alcohol y
las pocas ganas que tenían de vivir.
Las resacas que golpeaban
con una buena ostia en la cara
a este grupo de infames
filósofos de una trascendencia
que se muerde la cola,
nos recordaban la mierda
en la que estábamos metidos...
ahogados en unos trabajos insípidos,
por los que ganar cuatro perras
que acaban en el tanga de una streaper
o en los bolsillos del traficante de versos.
Por ello salíamos cada noche
a brindar por los años perdidos
y a beber para olvidar
los que todavía han de llegar.
Eternamente tuyo, Philosophia.

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