lunes, 21 de noviembre de 2011

Para ser príncipe hace falta un palacio y sangre azul.

Soy el redentor de otro mundo paralelo,
el eslabón perdido en la transcendencia del ser,
el futuro de un pasado muy presente.
Soy el efímero ingenio de un poeta urbano, 
el vértigo de un equilibrista borracho,
la rabia de un artista repudiado.
Soy el minotauro de un laberinto sin esquinas, 
el héroe de esparto anclado en el romanticismo, 
el renegado genio de esta puta lámpara.
Soy el despotismo ilustrado de algún malnacido,
la tristeza en los versos de un derrotado escritor,
la benevolencia de un Dios que no aparece.
Soy el "abracadabra" de un mago de pacotilla,
la esperanza que les queda a los republicanos, 
la agonía de un transeúnte de lo eterno.
Soy la ilusión de una pareja que empieza su historia, 
la monotonía que les aporta el tiempo,
el odio que precede a un "adiós".
Soy el Arjé de algunos desesperados,
el Cobain de los infelices del siglo veintiuno,
el hijo pródigo de una patria que aborrezco.
Soy un lugar recóndito en el que se refugian tus piernas,
el dolor de cabeza de los que buscan algo perdido, 
la flecha que a Cupido se le perdió.
Soy todo lo que nunca quise ser,
no soy nada de lo que soñé anoche.
Eternamente tuyo, Philosophia.

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