lunes, 14 de noviembre de 2011

Salmos politeístas de un creyente protestante.

A la madrugá cuando se viste de fiesta
para dejarme tranquilo un par de horas más.
A las notas desgarradoras que salen de un piano
y que consiguen destrozar el alma.
A los litros y litros de tinta que se mueren en la orilla
de un poeta sin inspiración.
A la putrefacción de un domingo de resaca
que me recuerda que estoy jodido.
A la mujer que se desnuda sin quitarse la ropa
y a la que me enseña su cielo de labios húmedos y carnosos.
A un vendaval cargado de aires nuevos
que anticipa la llegada de una musa.
Al brindis de dos copas de vino
y la posterior promesa de amistad eterna.
A la ignorancia de un chiquillo
que todavía pregunta cuándo llegará su padre.
A las borracheras de felicidad
que llegan cuando todo parece negro.
Al sueño que tengo de ver
un matrimonio homosexual entre la izquierda y la derecha.
A los versos de Neruda, compuestos por Cervantes,
amenizados por Quevedo y rubricados por Cela.
Porque vete tú a saber que sería
si todas estas cosas no participasen en la vida,
a eso, a todo eso, le rezo.
Eternamente tuyo, Philosophia.

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