domingo, 4 de septiembre de 2011

De lo que nunca habló nadie, de lo que nunca nadie hablará.

Y yo que se... será eso que dicen que los poetas nunca duermen, será eso que dicen que escriben sin pensar. Pero es que yo llego, después de recibir una bocanada de esa nube ancestral y quiero volar, y volar, y volar...
En pleno desarrollo de mi inconsciencia psicomotriz y con estos versos que se me escapan, noto que no es sangre lo que corre por mis venas, sino millones de palabras que contar.
Mi lápiz habló con Dios de esos días que nunca acaban, de esa maldita musa que nunca llega, y demás cosas relacionadas con el bien y el mal. Mientras tanto, acongojado por mi autismo hereditario, vomito espanto tirado en el suelo... Se que no es nada galán y caballeroso, pero hace tiempo que eso me dejó de preocupar.
De cada uno de estos sacudimientos de mi vida sonsaqué cuatro o cinco alegrías, dos o tres pobrezas y las caricias que se enredan... Desde un rincón de mi cabeza hasta todo el mundo, lanzo estos salmos que hablan de lo que fui. Me he sentido invencible cada vez que me puse delante de los tanques, me he sentido pequeño en el laberinto de sus piernas y me he querido morir cuando he visto que todo esto no merece la pena.
Mis ruegos no los hago con valentía, pero si convaleciente de que todo esto nunca tocará corazones, ¡A la mierda! No existe navaja capaz de cortar mi folio, ni dictadura capaz de dominar este corcel... Que no, que yo no necesito corona para sentirme majestad, ni necesito sentirme majestad para mantenerme con vida.
Eternamente tuyo, Philosophia.

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