jueves, 26 de abril de 2012

¿Por qué ya no me hablas?

En la tarde que lloraste
maldije mi alma por ser tan capulla
y no saberte dar al menos
un poco de lo que tú me dabas.


En la tarde que lloraste
algún duendecillo travieso
se atrevió a asomarse a la ventana
y tú los espantaste con tus lágrimas.


Lloraban, te juro que también lloraban.


En la tarde que lloraste
todos los indicios de catástrofes venideras
desaparecieron como por arte de magia
ante la ausencia de auxilio.


En la tarde que lloraste
el mundo se quedó mudo
porque ante la ingravidez de tu grito
el tiempo ya no existía.


Lloraba, te juro que también lloraba.


En la tarde que lloraste
se invalidaron todos los tratados mundiales
porque nada invitaba ya a los humanos
a consumar de una vez por todas sus actos.


"¡Qué cielo tan majestuoso!"
Expulsaste ante otra exhalación.


"¡Qué dolor tan inmenso!"
Dijiste aunque yo no lo quería oír.


"¡Qué placentero final!"
Suspiraste con tu última bocanada de aliento,
después miraste las flores de otro tiempo mejor,
me miraste,
y dejaste de llorar.


En la tarde que tú lloraste, mamá.
Eternamente tuyo, Philosphia.

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