Me aferré a unas posibilidades de triunfo
que incluso yo sabía de incoherentes,
fue quizás por la terquedad de todos mis actos
y de todos mis defectos
que seguí tropezando por este camino
que tú me llenabas de rosas
y yo me empeñaba en imaginar espinas.
Preparado para cualquier temporal
apenas vi venir tu tormenta
tan disfrazada de placeres y pezones
que dejé entrar a la cama
nuestra cama
tal día como hoy.
Y tú,
tan peligrosa como siempre,
escondes tu mirada de la mía,
te muerdes el labio inferior,
y te giras.
Y me das la espalda.
Esa espalda que tantas veces
se mostró curvada hacia mi destino
o hacia mi sexo
ahora me insulta y se ríe de mi.
Y lo peor de todo
es que yo también me río
porque al final
por todo lo que veo
y por todo lo que bebo
parece ser
que te olvidaste de mi.
Tal día como hoy
voy a reventar las ventanas
y voy a saltar al vacío
de un piso que reclama tu culo.
Eternamente tuyo, Philosophia.
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