jueves, 7 de junio de 2012

Cuando eso, cuando todo eso.

Cuando la cama no sea más que un valle de derrotas,
cuando las madrugadas no duren más
que un abismo entre una noche y otra,
cuando la inmortalidad de dos piernas
y un asterisco de mujer te sepan a poco,
cuando el misterio de la vida sea resuelto por la muerte,
cuando el tiempo sea un jodido invento
que ha conseguido someterte al minutero,
cuando el silencio de un rugido
sea el mejor de tus compañeros de viaje,
cuando imagines ventanas donde había puertas
y tengas ganas de devorarte el alma a saltos,
cuando oigas campanas sin reconocer iglesias,
cuando los charcos en la calle no sean más
que un imaginar de espejos rotos,
cuando tus manos se duerman de dibujar pezones
en la soledad de un cuarto sin ventanas,
cuando la lluvia ácida de mil futuros inciertos
destroce tus alas de papel,
cuando llegues a comprender que nadie 
podrá hacerte más daño que tú mismo,
cuando la paz entre dos guerras
dure lo que dura un suspiro,
cuando en cualquier tienda de poesía
te vendan bombas de contrabando
-o cuando no te las vendan,
cuando disfrutes del dolor
de un crucigrama de pronósticos acertados,
cuando los seres perfectos sean condenados a muerte,
cuando te suenen mejor los adioses
que las bienvenidas,
cuando los imperios construidos sobre barro
destruyan tus mezquitas de papel,
cuando veas sombras plasmadas en la pared,
cuando los pájaros y las nubes y las estrellas
ya no se dibujen en el cielo,
cuando veas demonios donde un día
sólo hubo espinas,
cuando la perversión del lenguaje
sea el mejor idioma que practicas,
cuando abras la caja y el gato esté ya muerto,
cuando tu conciencia borracha de vino
apague la maquinaria de tu raciocinio,
cuando el huracán de malos augurios
destroce tus muros ideológicos,
cuando se te acabe el tabaco
en cualquier momento de la madrugada,
cuando la gravedad y la relatividad
sólo sean simples inventos asociados al vértigo,
cuando la ausencia de paz llame a tu puerta
disfrazado de campaña política,
cuando al estar un paso por delante del resto
lo llamen involución y delito,
cuando las luces te cieguen 
y sólo la oscuridad te permita diferenciar,
cuando no haya más imperativo categórico
que el divide y vencerás...
Cuando eso, cuando todo eso,
recuerda que el horizonte acaba donde acabe tu piel.
Eternamente tuyo, Philosophia.

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