Aprenderás, quizás con el tiempo
que los besos son estrellas caídas del cielo
que un amanecer es un sueño vestido de fiesta
y que los atardeceres no son el final del camino
sino el principio de uno nuevo.
Aprenderás a ver la luz al final de las miradas
porque las miradas son faros que iluminan tu barco.
Aunque nunca haya puertos en los que clavar tu bandera
los corazones se quedan con la mitad de lo perdido.
Aprenderás que el vacío solo es un precipicio
que aún cargado de deudas y de dudas
no sabe mantenerse erguido.
Aprenderás, quizás con el tiempo
que mirar al frente no te priva del pasado
porque la infancia es un retornar
al que es necesario alimentar de cariño.
Aprenderás que una puerta cerrada solo espera ser abierta
que el negro de la muerte empaña aunque no destiña
que no siempre crecen los enanos entre la maleza
y que las oportunidades no se quedan en el olvido.
Aprenderás que el sol no quema tanto como el frío
que caer un domingo por la tarde en la rutina
no tiene tanto de final como de inicio.
Aprenderás, quizás con el tiempo
que el equilibrio es imposible pero no incierto
que la ausencia de paz es el vértigo
con sus piruetas, sus mortales y sus escondrijos.
Aprenderás a no rendirte en tu destino
porque el destino es un perro guardián
que no camina si no es contigo.
Aprenderás que el tiempo siempre cura las heridas
y que las costras no tienen por qué acompañarte siempre.
Que quitarse el polvo de encima y volver a volar
no es tan difícil cuando ya lo has aprendido.
Aprenderás,
quizás,
con el tiempo.
Y aunque jamás aprendas a esquivar las piedras
siempre me tendrás a mi para apartarlas a patadas
porque puedo mover planetas, puedo destruir estrellas.
Yo lo aprendí hace ya demasiado tiempo
y nunca me canso, todavía, de recordarlo.
Eternamente tuyo, Philosophia.
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