martes, 14 de febrero de 2012

Estás preciosa.

Perdona que te lo vuelva a decir
pero hoy he tenido que alimentar
mis dudas y mi insomnio 
con alguna dosis de pornografía y cerveza


porque se me ha acabado el tabaco
y tengo miedo de las madrugadas
y de recibirlas sin fumar.


Porque pienso demasiado.


He tratado, como me dijiste,
de pensar más allá de mi mismo.


Y me he mareado. Y he vomitado.


Si vieras cómo he dejado la habitación
llena de soledad e impotencia
y el vómito que refleja
el cadáver del que fui...


seguro que te pondrías hecha un basilisco.


Y tengo que decirte, que aún así estás preciosa.


Quizás la próxima vez que me toques
(si es que todavía piensas en ello)
puedas notar la insólita frialdad de mis manos
o la inmutabilidad de mi mirada
o la sobriedad de mi respuesta
o la ausencia de cariño.


Pero es que es tan poco lo que sobrevive
de aquel todo que un día fuimos
que las noche en vela rodeado de folios
y las citas con la pornografía echándote de menos
han impermeabilizado mi cerebro


y salgo tanto y tantas veces de mi mismo
que veo mi cuerpo desde el techo
e incluso intento escupirlo.


Hace demasiado tiempo que odio 
lo que veo cada mañana en el espejo


y me he cabreado


y le he roto.


Si vieras cómo lo he puesto todo
del rojo sangre de mi improvisación...


te pondrías hecha un basilisco


y aún así, estás preciosa...


No dejes que ningún temporal
ni ningún infeliz como yo
te cambie la cara, nena.
Eternamente tuyo, Philosophia.

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