miércoles, 15 de febrero de 2012

Pa´ti.

(Se me ha ocurrido escribir esto pensando en ti, para hacerte ver que el miedo es un buen compañero, al que cada día aguanto menos. A ver si tú tienes mejor suerte. Seguro)

Falsamente fundamentamos los miedos (a lo desconocido, obviamente) en una serie de circunstancias o posibilidades que desfilan por la virginidad de nuestra mente sin cita previa.
Carecen de una base empírica que nos lleve a considerarlas por medio de la experiencia, puesto que no conocemos ninguna impresión previa a partir de la cual poder sustentar un hecho futuro. Por tanto tampoco podemos atribuir una causa concreta y veraz al efecto que se presenta ante nosotros. (El efecto es la noticia que nos hace temer, el miedo es la causa ((ficticia o facticia)) asociada a este primero).
Tampoco podemos aplicar una coherencia racional; los miedos no arrojan certeza alguna, ya que en su mayor parte se componen de dudas y confusiones de las que no podemos sacar una conjetura veraz. (Ante el conocimiento de una noticia actuamos imaginando una serie de causas distintas, producto de la confusión del miedo).
Dicho esto, tener miedo no es malo, siempre y cuando este miedo alimente las ganas de luchar y afrontar los problemas de una forma más liberal y espontánea. Podemos tener miedo. Tenemos el derecho a tener miedo. Pero estos miedos no pueden participar en la consecución de nuestro fin, la felicidad. Y por tanto tampoco pueden incidir en nuestra felicidad momentánea, complemento de la final.
Así, aunque el día se presente más nublado que nunca debemos de tener en cuenta la relación causal de los hechos que nos dice que saldrá el Sol.
La vida se afronta mejor con una sonrisa en el rosto (sobretodo con una de esas sonrisotas tuyas que tanto me hicieron sonreír). Mírate cada mañana al espejo, pase lo que pase, y convéncete de que vas a ser jodidamente feliz.
Eternamente tuyo, Philosophia.

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