Fuerzas la sonrisa para no sospechar.
Y lo peor es que ha sido divertido.
El problema de la ausencia de risa
es otro bien distinto,
eres tú y tu puto orgullo.
Escudas la derrota con un embarcadero
de resacas y malas noticias
para decir que yo no quieres
hablar de ello.
Pero si que quieres hacerlo.
Durante mil y una borracheras más,
te gustaría contarla todo eso y mucho más,
te gustaría quitarte ese traje de secretos
que junto a ella tejiste sin que se enterase,
mientras dormía y tú llorabas en silencio,
para no despertarla.
Siempre decías lo hermosa que estaba dormida.
Callas y vuelves a poner esa cara de tonto
que pones cuando dices que no pasa nada.
Pero sabes de sobra que si que pasa.
Tu alter ego del espejo no deja de recordártelo,
pero hace mucho que le partiste la cara
y tú la mano.
Vuelves a forzar la sonrisa.
Te duele la vida de hacerlo,
pero es que todavía imaginas charcos
sobre los que reíros juntos de la vida.
Todavía amigo, todavía.
Eternamente tuyo, Philosophia.
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