Ayer,
o ante ayer,
(ya no me acuerdo)
no tuve más remedio
que acordarme de ti.
Sé que hace mucho
que no te miento
en mis poemas,
es más,
creo que nunca lo hice,
pero en un acto de melancolía
y unas fechas tan familiares
se me antoja bonito
recordar tu nombre.
No se cuántos años han pasado
desde que bajaste la persiana
y cerraste por siempe el chiringuito
que había sido tu vida.
No soy fan de llorar
y cuando lo quiero hacer
me enfado y me hago daño
para que la sangre
cubra las lágrimas
o me fumo un canuto
o me bebo algo alcohólico
que me borre las penas
y el por qué quería llorar.
Desde que nos dejaste
esto se ha quedado muy triste
aunque se empeñen en
aparentar lo contrario.
En estos días de familia
se nos hace a todos muy cuesta arriba
otra cena sin ti.
Tuviste dos nietos más
otros dos o tres bisnietos
y tus hijos están genial.
Tu hija vive una pesadilla
desde que en su conciencia parasita
un demente y otros dos más.
Alguno de ellos quiere pensar
que tú sigues a su lado
y que le ayudas a vivir.
Tu mujer empieza a flaquear
y sé que son los disgustos
con los que esta
familia de descalabrados
la atizan día a día.
Uno de tus hijos marchó
a ese sitio por el
que tú ahora merodeas,
imagino que te tenga al corriente.
Cuánta falta me hacéis los dos
y qué pocas veces os lo digo.
Y perdona si apenas hablo de ti
pero es que esta mierda
de poesía que yo hago
no merece acariciar
el recuerdo que dejaste.
Espero que estés orgulloso
de la vida que está llevando tu nieto,
aunque ni yo me siento satisfecho
de lo que hago con mi tiempo,
de lo mucho que fumo,
de lo mucho que bebo.
Nos veremos cuando llegue mi hora
y sé que me estarás esperando
con esa sonrisa tan entrañable
y dándome besos hasta en los ojos.
Dije que no me gusta llorar
pero lo has conseguido, viejo.
Eternamente tuyo, Philosophia.
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