Poco me importa que me digáis
que la habéis visto desnuda
si acaso no habéis participado
en un amanecer a su lado.
Que si cuando la tuvisteis a vuestro lado
no pudísteis ni quisísteis parar el tiempo,
es porque mirábais al cielo equivocado.
Se sabe inmortal y te lo admite coqueta,
como cuando te abraza bostezando
y pides una explicación a los dioses.
El pasado de sus caderas
se entrelaza con el presente de una cama vacía
y por eso todavía rememoro todas sus cicatrices
y todas sus manías
y todos sus defectos
para poder sentirme un poquito más cerca de ella.
El tacto de su piel es un abecedario
que nunca me cansé de repetir
y la forma de colocarse el pelo,
mirarte y sonreír con esa boca de diabla
fue una rutina que añoro mientras me acabo.
Me da igual que me digáis
que os regaló mil noches eternas
si nunca os ofreció la grandeza de sus despertares.
Que yo ya me se de sobra
eso de que te sientes poderoso
cada vez que se entrega para ti,
y eso de que la vida
se ve de otro color a su lado.
Pero conozco de memoria todos sus recuerdos
participo cuando puedo en cada uno de sus sueños
y recito una y otra vez todas las curvas de su cuerpo.
Claro que a veces parece fácil enamorarse
si te da dos besos en las mejillas
y luego caes por un precipicio de escarnio.
Entiendo que habléis de ella
como si os hubiera cambiado la vida,
entiendo que perdáis el culo
por verla pasear por la esquinas
y los huevos
por una velada con su sombra.
Que yo la quiero por muchas más razones que vosotros.
Eternamente tuyo, Philosophia.
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