Ahora,
que apenas quedan dioses a los que matar
con algún acto de injusticia
pero de dulce sabor amargo,
y ya están cerrando el último bar
no se dónde coño deslizaré
mi triste figura de paladín
asesor de mil clavos ardiendo
a los que ya no me aferro
más por vanidad que por miedo.
Ha sido un acto de fe desesperada
lo que me ha empujado a ostias
a la puerta de tu casa.
Por el camino he tratado
de limitarme al alcohol
y cuando he llegado al dintel,
paraíso de mi religión
monoteísta y atea,
me he tenido que morder las ganas
de agarrarme la polla.
Siento no ser más romántico.
O más algo.
No hay mentiras.
No hay secretos.
Lo juro.
Tan solo este mar de coches
que me aporrea el alma
mientras tropiezo con las alcantarillas
y miro con incredulidad
al mundo que se parte el culo
de mi.
Ahora,
que apenas quedan dioses...
Eternamente tuyo, Philosophia.
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