Escribir sin una musa al lado
es hablar de intentos y oportunidades
que no son resistentes al vodka
ni tan siquiera a los temporales.
Es como fumarse el cigarro de después
cuando todavía no ha habido un antes.
Cuando hace más de una vida que no lo hay.
Es en esas noches de gelocatil
cuando casi no quedan fuerzas ni ganas
para volver a masturbarte (casi),
esa puta musa de boca distraída
aparece enteramente maravillosa.
En la cara B de esas noches apestadas
con pornografía de mala calidad,
agotadas por un Dios que esnifa
la felicidad de unos hijos malcriados,
tu musa vomitará cuatro frases buenas...
Y aprovecho,
esto que ya es lo único
que nos mantiene unidos (o al menos con vida)
para decirte que has sido mi musa.
Y que puedes seguir siéndolo.
Si quieres.
Eternamente tuyo, Philosophia.
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