domingo, 25 de marzo de 2012

Esto no es una inútil canción de amor.

Porque vos sabés todo lo que sos, y todo lo que podrás ser.
(Prometo que no hablaré de canutos, ni de pollas, ni de cervezas, si tú no quieres. Aunque ya no me fío ni de lo que veo cada mañana al mirarme en el espejo)

De un estercolero de poetas
del que quizás nunca debí salir
tú me levantaste, de una ostia,
de una dulce ostia.
Me compraste ropa nueva
que no apestase a alcohol,
me afeitaste la barba
pese a que volvió a poblarse 
de injurias y palabras por el estilo,
me dijiste tu nombre
y me llevaste a ese cielo de versos
(mal rimados)
que ahora es mi hogar.

Me dijiste tu nombre...

Puede que yo antes fuera
un erudito de salón que habla
de dioses malhablados 
con una buena copa en la mano,
pero fue contigo con quien di una patada
al armazón explicativo 
de todos mis miedos
y de todas mis manías
y de todos mis defectos
y los mandé a paseo.
Aunque ahora empiezo a creer
que ya se cansaron de andar
y vuelven,
a parasitar este cuerpo.

La dimos.
Los mandamos.
O al menos, 
déjame pensar que fue así.

Y me dijiste tu nombre...
Eternamente tuyo, Philosophia.

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