jueves, 1 de marzo de 2012

Por ejemplo.

Nací con treinta años
dos facturas a pagar
y siete vidas a la espalda.


Mi madre me dio un beso,
un cachete en el culo
y me dijo:
"no vuelvas por aquí".
Mi padre tendió su mano
yo fui a estrechársela
pero en ella sólo había dinero.
Me miró como quien mira a un fantasma
o como quien mira a un reo a punto de fusilar
y agachó la cabeza.


Yo también la agaché.
Por educación.


Malgasté las dos primeras vidas
en apostar el dinero de mi padre
a las canicas
porque me daba miedo 
hacerlo a los caballos.
Me metí con quien no debía
en el patio del colegio
y desperté con una canica en la cama
porque la cabeza de caballo
no entraba
o no quería entrar.


Durante la tercera vida
intenté comportarme
y me reduje a beber alcohol
porque fumar me marea
y las madrugadas apestan.
En una mala resaca
las ventanas se me imaginaron puertas
y salté.
No debí hacerlo mal,
porque el forense dio el visto bueno.


Perdí la cuarta vida en las apuestas
porque maduré y dejé las canicas.
(Quizás no debí dejarlas).
Me ganó un albino bajito
que se puso muy contento...
porque aún no sabía
qué había ganado.


A la quinta vida fue la vencida
y te conocí.
Fue en el Bukowski un viernes.
Tropezamos sin querer,
queriendo mirarnos a los ojos
sin atrevernos a invadir
nuestras respectivas soledades.
Estabas eternamente felina
astutamente coqueta
eternamente tuya
infinitamente de todos.


Y me tocó a mi.
Y me enamoré de ti.


Y prometí saltar todos los charcos
que me imponga el camino
siempre y cuando si caigo,
tú estés detrás para descojonarte.
Despertar de un terrible sueño
y encontrar el paraíso de tus ojos,
que tengo miedo a mirar
para no saber si me mienten.


Sonreí.
Y lo podría hacer mil veces más.
Pero la terquedad
y la involuntariedad 
de mis actos 
me alejó del camino curvilíneo
de tu espalda.


Vendí estos dedos de malabarista
a un diablo que me prometiese
que ya no habría más.
Me estafó...


Y ahora, 
llevo ya dos vidas
buscando tu culo 
por algún garito abierto.
Pero en el infierno,
un martes,
poco jolgorio hay.


Si al menos estuvieses tú aquí...
Eternamente tuyo, Philosophia.



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